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jueves, noviembre 21, 2024
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    La Europa insolidaria: las bonitas palabras acaban siempre en grandes mentiras

    Por Igor Valiente Bastante
    Nuevamente y por enésima vez se han reunido los máximos dirigentes políticos a nivel mundial para tratar el tema de los refugiados, para hablar de la crisis migratoria, para dialogar acerca de cómo solucionar el problema global humanitario que se está volcando hacia Europa.
    Atrás queda ya en nuestra memoria aquella playa con un niño muerto en sus orillas, viendo como las olas golpeaban el cuerpo inerte de Aylan Kurdi, de tan solo tres años de edad. En aquel momento todo era sensibilidad y empatía hacia una situación que, a día de hoy, aún no se ha resuelto.
    Me sonrojo de vergüenza cuando analizo la situación global, me sonrojo de vergüenza cuando veo que en esas cumbres internacionales, en las que se reúnen con desayuno de alto postín los jefes de estado, nos dicen que están intentando buscar una solución. No nos engañemos, lo único que hacen en esas cumbres es buscar una solución a sus propios problemas, aunque a la salida de dichas reuniones se les llene la boca de bonitas palabras solidarias. Esas bonitas palabras siempre acaban siendo mentiras (me remito al compromiso de asilo y de acogida incumplido por todos los países).
    No nos engañemos y que no nos engañen. En general, la alta clase política, los mandamases y los Estados, solo buscan una solución a su débil y flaca situación económica. Los Estados, el sector público, está atado de pies y manos, y son realmente los famosos “mercados” y el sector privado (del que son socios los políticos a nivel particular) los que tienen fortaleza económica, y por tanto son los que mandan. Les preocupa que atender a todo un colectivo humano vulnerable, necesitado y totalmente desamparado, sea el inicio de un costoso estado solidario y de unas políticas sociales mal vistas por los mercados y por su alma, “el capitalismo agresivo”.
    Soluciones
    La preocupación de Europa, por tanto, no es ayudar y dar soporte humanitario a los cientos de miles de refugiados, o de personas vulnerables que huyen de sus países por las guerras, por el riesgo de muerte, por la miseria, por las hambrunas, por la falta de opciones de vida, etc. La realidad es que Europa piensa en su propio bienestar y en su propia comodidad.
    Prueba de ese egoísmo europeísta y claro ejemplo de las intenciones de Europa son las políticas o decisiones que se adoptan, así como la financiación económica de países, como Turquía, que sirven a Europa de parapeto y de escudo en la frontera con África. Integrar a Turquía en la Unión Europea tiene el único sentido de ser esa frontera con África, y encima se le financia desde Europa para que desarrolle políticas represivas en sus fronteras.
    Estamos cansados de ver como se anuncian supuestas políticas de acogida, de solidaridad, y luego se tiran a la basura incumpliendo las promesas que podrían hacer del mundo un espacio un poco más humano. Sin ir más lejos el Gobierno español, encabezado por Mariano Rajoy, anunció en plena crisis humanitaria de refugiados la acogida de unas doce mil personas si no recuerdo mal, la realidad es que no se llegó a la media centena. De nuevo siento vergüenza.
    Las únicas políticas que los Estados miembros entienden que pueden solucionar el problema son las de el control de fronteras, la represión, y las políticas inhumanas. De hecho caso todas las iniciativas van encaminadas a reforzar las alambradas, los grupos operativos en frontera (Frontex) y a intentar que los refugiados e inmigrantes no entren de una manera descontrolada en Europa. Esta es la realidad, aunque en ocasiones pretendan ocultarla con pequeños gestos solidarios que, en realidad, nunca cubren las mínimas necesidades de los seres humanos que deambulan por el mundo en busca de una vida digna.
    El objetivo de todas estas políticas restrictivas es no perder el supuesto estado de bienestar en el que vivimos, estado del bienestar que habría que analizar, ya que hasta ahora la clase trabajadora, en el mundo moderno, se supone que no eran esclavos, y hoy por hoy somos esclavos de los salarios ridículos, de las hipotecas, de los alquileres y de todo un control sobre el individuo.

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