Desde el 6 de diciembre el cuerpo sin vida de una ciudadana dominicana está en un congelador del Tanatorio Son Valentí de Palma de Mallorca. Esmeralda García, 40 años, no tenía familia en este país, murió de una enfermedad al hígado. En este momento con la ayuda de la única amiga que tenía en la Isla y el apoyo de representantes de una asociación de dominicanos se hacen ingentes esfuerzos para que su cuerpo sea repatriado a su país de origen a donde la esperan sus hijos y su madre para darle el último adiós.
Infortunadamente la fallecida no contaba con un seguro de repatriación, sus familiares en República Dominicana se niegan a que el cuerpo sea cremado, simplemente, la voluntad es que sus restos sean enterrados en ese país.
A este doloroso suceso se suma la falta de recursos económicos de la familia para repatriar el cadáver. El traslado del cuerpo cuesta 5.500 euros. Berkis, amiga de Esmeralda ha golpeado varias puertas: las consulares en Valencia y Mallorca y la de conocidos y amigos que ya han reunido dos mil euros para lograr el propósito.
Sin embargo, no ha sido posible que el Ministerio de Relaciones Exteriores en República Dominicana agilice el trámite del traslado del cuerpo, a pesar de un mensaje en las redes de una alta funcionaria de cancillería anunciando que todo estaba solucionado.
Lo cierto es que desde el consulado de Valencia poco se puede hacer ya que depende de cancillería. El de Mallorca es un consulado honorario que tampoco puede aportar mayores soluciones.
A los pocos años de haber emigrado de mi país, no me cabe duda que de las cosas que más me ha impactado es el descuido, la indiferencia y la despreocupación de los gobiernos para con sus conciudadanos que algún día decidieron buscar mejores oportunidades de vida en otras tierras.
A los políticos les da igual todo. En estos veinte años – en 1997 emigré – he entrevistado a embajadores charlatanes y demagogos, no todos, pero si una mayoría que van cuatro años a un país a vacacionar y hacer relaciones públicas, pero de trabajo u obras por su gente nada de nada. Muy pocos son los responsables de misiones diplomáticas que sientan y vivan el dolor de sus ciudadanos, e incluso, algunos importan el clasismo que predomina en Latinoamérica y establecen unas barreras sociales infranqueables con sus propios representados, incluso hasta en el momento de dirigirse a ellos esa distancia es notoria.
El caso de la ciudadana Esmeralda es uno de miles de ejemplos de insensibilidad e insolidaridad de un gobierno. Los propios medios de comunicación de la República Dominicana arrecian en críticas contra el presidente, Danilo Medina.
Pero si ahondamos más en el asunto, lo propio ya ha sucedido con ciudadanos fallecidos en España, por citar solo este país, a los que sus países de origen les ha dado la espalda.
No sobra recordar, que quienes emigraron en su día a otros lugares también siguen siendo parte activa del desarrollo y progreso social y económico de sus países de origen, ya que gracias a los envíos de giros y remesas de dinero de millones de euros y dólares del día a día, también se pueden pagar los sueldos de esos embajadores, cancilleres, congresistas y presidentes. En el caso de Esmeralda y de otros millones más de ciudadanos, cabe aclarar que no es un favor, es una obligación de velar y servir por los derechos de sus conciudadanos, así sea después de muertos.