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domingo, diciembre 22, 2024
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    Editorial 312: Hasta para morirse hay que ser previsivos

    En la edición pasada de Baleares Sin Fronteras publicábamos la noticia sobre el fallecimiento de una dominicana cuyo cuerpo no había podido ser repatriado a su país de origen. El problema se centraba en que sus familiares no tenían cómo pagar el traslado del cadáver desde España hasta la República Dominicana.

    Y es que por exprofeso deseo de la familia solicitaron a las autoridades de ese país que el cuerpo de Esmeralda García fuera trasladado desde Palma de Mallorca hasta Santo Domingo. Sin embargo solo se pudo concretar hasta ayer miércoles 25 de enero. La gestión del gobierno dominicano, la buena voluntad de los integrantes de la Asociación de Dominicanos Juan Pablo Duarte, la ayuda de su única amiga Belkis y un grupo de ciudadanos que aportaron dinero permitió que la familia en la República Dominicana le diera el último adiós a una madre de familia y a una hija que había emigrado a Europa hace una década en busca de una mejor vida.

    La reflexión se centra en que los migrantes debemos concienciarnos sobre la importancia de hacernos un seguro de repatriación, en el caso de que la voluntad fuese que después de muertos nuestros restos mortales reposen en los países de origen. Puede sonar muy fuerte pero es la cruda y cruel realidad.

    El traslado de un cadáver a otro país no solamente implica esa acción específica como tal, sino que conlleva una serie de complejos trámites burocráticos que en ocasiones se convierten en un serio dolor de cabeza para los allegados y los propios familiares.

    Recuerdo muy bien los artículos que hemos publicado recomendando a la gente hacerse un seguro de repatriación en este hipotético caso, esto con el fin de evitar males mayores y no sumar otro dolor más a los familiares y a los amigos que en esos momentos lamentan la pérdida de un ser querido.
    Es cierto que los gobiernos de turno en la mayoría de veces se olvidan de los ciudadanos que emigraron. Su incapacidad de gestión no les permite afrontar los problemas internos, menos les importa ni les interesa lo que les suceda a sus connacionales que están lejos.

    Desde que emigré hace 20 años de mi natal Colombia estoy convencido de que no hay políticas sociales para los ciudadanos que se van a otro país, a pesar de que ese amplio núcleo de población migrada sea un motor de desarrollo social y económico gracias a sus giros y remesas.

    Pero también hay que ser conscientes. No nos podemos escudar siempre en la negligencia de los gobiernos, somos nosotros mismos los que debemos estar preparados incluso hasta para la muerte. Es la realidad en vida de quién algún día decidió marcharse de su país.

    Por lo tanto, es aconsejable no dejar todo para última hora, observamos casos como los de Esmeralda, que repercuten negativamente en la angustia de una familia que carece de los cinco mil euros para el traslado del cuerpo. Afortunadamente tenían una verdadera amiga que se encargó de mover todo el tinglado para que sus seres queridos le dieran el último adiós en República Dominicana.

    Un seguro de repatriación anual no excede más de 25 €, y con este pago le quitamos un peso de encima a los nuestros en el país de origen, y de paso también evitamos incomodidades extremas a quienes se quedan aún como huéspedes transitorios en este mundo terrenal.

    Finalmente agradeceremos el reconocimiento que nos hacen desde la Asociación de Dominicanos Juan Pablo Duarte. Simplemente decirles que como medio de comunicación es nuestra obligación hacer la divulgación de una noticia que nos afecta a todos. Los que decidimos emigrar por el motivo que fuese nos une algo en común y en ese sentido apelamos a la típica frase, “la unión siempre ha hecho la fuerza”.

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