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lunes, diciembre 23, 2024
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    Una Europa más social es ir hacia una “mejor Europa”

    El pasado mes de abril asistí en Palma a una conferencia bajo el título de “to Brexit or not to Brexit”, aunque de lo que más se habló fue del presente y del futuro de la Unión Europea, y el papel que está jugando España como Estado miembro.

    El conferenciante, Enrique Barón Crespo, ex Presidente del Parlamento Europeo, hizo un recorrido conceptual, historicista y, como europeísta convencido, nos recordó la última consigna anunciada en el último alto encuentro institucional: el deseo de un nuevo impulso para Europa ante la ya consolidada salida de la crisis económica y tras la crisis de confianza sin precedentes que ha padecido el proyecto común desde la ciudadanía, alimentada por las consignas de los populismos euroescépticos y eurófobos. Apostó por eliminar la Europa del Norte y del Sur, la Europa del Este y del Oeste, así como su negativa a que la UE pudiera convertirse en una “Unión de regiones” como a muchos les interesa propagar.

    Comparto las intervenciones que se expusieron y que resumen declaraciones de intenciones y discretas autocríticas: la necesidad de dar un nuevo impulso al proyecto europeo, romper con las desigualdades reavivadas durante y tras la crisis económicas, reforzar la zona euro y avanzar en la unión fiscal, así como consolidar una política común de inmigración y las negociaciones del Brexit, como las oportunidades y retos de nuestro país con respecto a la salida del Reino Unido.

    Y la frase de cierre con agradecida y acogida línea reflexiva que siempre queda como un brindis al sol, es el eterno gran reto al que se vienen enfrentando las instituciones comunitarias y españolas ‘fomentar el sentimiento europeo y reforzar nuestra identidad como ciudadanos europeos’.

    Soy de la opinión, que solo se conseguirá fomentar nuestra pertenencia a este proyecto común y reavivar el sentimiento europeo, si se consigue conectar con los ciudadanos, comunicando en positivo los logros y beneficios tangibles que nos aporta esta UE, haciendo ‘más y mejor Europa’ y poniendo a los ciudadanos en el corazón del proceso de integración europea. Es necesario reforzar la democracia representativa de la UE y tras ello la democracia participativa de los ciudadanos en el proyecto europeo. Pero ello se edifica desde las propias sociedades locales, en nuestro caso, la española.

    No quise desaprovechar la oportunidad de canalizar mi inquietud como ciudadano europeo y europeísta crítico o, si cabe, más autocrítico, planteando al ponente mi reflexión.

    Considero que, siendo una ciudadanía de más de 500 millones de personas, de aun hoy 28 consolidadas democracias, habiendo demostrado que somos un actor internacional con entidad potente en acción exterior y que puede presumir de que la capacidad estratégica de ‘poder blando’ ha contribuido a frenar ‘el poder duro’ de la polaridad agresiva y prepotente de otros actores; que pese a la desafección ciudadana tras la grave crisis económica, política y social, y el reto aún latente del auge de los populismos y nacionalismos desvertebradores, el apoyo al proyecto europeo sigue siendo mayoritario. Y así lo reafirman los resultados publicados en el último Eurobárometro de febrero del presente año. Casi 9 de cada 10 ciudadanos españoles (esto es, el 88%) se sienten ciudadanos de la Unión Europea, respecto a la media europea que se sitúa en el 70. Hoy por hoy, la opinión pública española es mayoritariamente europeísta.

    Con todo, hoy los estoicos ciudadanos españoles, y europeos pues, percibimos como nuestra ‘Unión’ se centra esencialmente en temas de cooperación económicos y comerciales. Y, ante la grave crisis humanitaria de los refugiados procedentes de los vecinos conflictos y guerra en Siria, el éxodo de venezolanos hacia Colombia y los más pudientes hacia países europeos; la respuesta de los Estados miembros, ha sido laxa en lo humanitario y rígida en la política de control de fronteras.

    Ante esta crisis, y a pesar de los principios y valores comunes compartidos, como son el respeto a la dignidad humana, la solidaridad, el pluralismo, la justicia, la igualdad y la diversidad, la democracia, la tolerancia y la no discriminación, entre otros, ha quedado más que evidente para la opinión pública, cual actor que trasgrede ya cualquier frontera del ciberespacio, que nuestra debilidad en la dimensión social de la Unión ha sido incapaz de dar una respuesta unánime y cohesionada por parte de todos los Estados miembros, acorde a nuestros valores. La opinión pública española como actor ‘activo’ ha sido contestataria a esa actitud de inacción.
    Hemos sido capaces de ceder soberanía para edificar una institución supranacional que mejorase y perpetuase nuestro estado social de bienestar, así como de superar una crisis económica y social que ha puesto en cuestión la propia continuidad del proyecto europeo. No obstante, a mi juicio, a pesar de los continuos debates acerca de nuestro modelo futuro de ayuda al desarrollo, los Estados miembro no hemos conseguido abordar una apuesta firme y estratégica por diseñar una política migratoria conjuntamente a la política de cooperación al desarrollo.

    Le planteé a Enrique Barón esta reflexión, que hoy reproduzco en estas líneas, añadiendo que España puede presumir de haber sido un Estado cooperante y solidario institucional y socialmente y un referente en la cooperación descentralizada. Sin embargo, el diseño y gestión de nuestra cooperación española se ha demostrado ineficaz en los objetivos de sostenibilidad y autogestión, precisamente por nuestro modelo territorial institucional.

    Aquí tenemos esa tradición de querer poner nuestras 17 + 2 banderitas autonómicas más decenas de emblemas municipales, allí donde vamos a cooperar. Nuestro mapa ‘de solidaridad’ se ha caracterizado por la dispersión, y ante las olas de crisis económicas, por la paralización y recortes en nuestra Ayuda Oficial al Desarrollo que en el periodo de crisis 2009-2015 sus gestores recortaron hasta un 70% los presupuestos destinados a Cooperación al Desarrollo, con el consiguiente impacto negativo en los países receptores de ayuda, y previsible pero ignorado aumento del efecto migratorio de la población en conflictos humanitarios. En España supuso además, la interrupción de proyectos, el retraso en el cobro de las subvenciones y convenios plurianuales en la cooperación bilateral y multilateral, incluso hasta la desaparición de muchas ONGD y la debilitación del tejido asociativo. Recuperar ese necesario continuo para la eficacia de los proyectos en impacto y sostenibilidad es, por definición, difícil cuando no, imposible.

    En definitiva, estoy convencido de que es necesaria una política europea centralizada en la cooperación al desarrollo y ayuda humanitaria, que supone a la vez tenerla dentro de cada Estado miembro, entre ellos el nuestro. No se trata de desmontar las estrategias multilaterales y descentralizadas que han desarrollado los Estados y sus Instituciones (Públicas y sociedad civil), se trata de entender la necesidad de un diseño conjunto y una dirección central de la cooperación junto a las políticas migratorias, es decir, de nuestra política exterior, en aras a lograr la exigida coordinación, garantía de eficiencia, sostenibilidad, mayor impacto, y clara consecución de los objetivos últimos: erradicación de la pobreza, gobernanza, no dependencia, y que emigrar sea una acción vinculada a un derecho y no a una necesidad.

    España debe dar un paso al frente, experiencia, y de ella autocrítica, son los mejores manuales para apostar, autoexigirnos y exigir esa reformulación en su política exterior, que supone una aportación a la mejora de la Unión, reforzándola jurídica, económica y políticamente. Avanzar hacia una mejor Europa, más unida, más social y centrada en los ciudadanos, pasa porque desde los gobiernos e instituciones españolas y europeas, se entienda que la ciudadanía ‘globalizada’ más sensibilizada hoy, exige una gestión de su presupuesto que no se centre únicamente en los intereses estratégicos comerciales y económicos, sino también en los del Planeta, en ver materializada esa solidaridad y humanismo que la caracteriza. Eso, sin duda, es también promover la ‘Marca España’.

    Referencia:
    Enrique Barón Crespo
    Conferencia: ‘To brexit or not to brexit’, organizada por el Cercle d’Economia de Mallorca en el marco de su programa ‘Les conferències del Cercle’. 12 abril 2018, Palma de Mallorca
    https://cerclemallorca.es/evento/to-brexit-or-not-to-brexit-enrique-baron/

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