¿Qué ocurre cuando la humanidad se mueve?
Mientras aumenta la cantidad de gente que migra de un país a otro huyendo de guerras o crisis, también crecen los prejuicios y la xenofobia.
Las fotos de los rostros de la desesperación dan la vuelta al mundo: el del muchacho africano que intenta saltar la valla de Melilla frente a una decena de guardias civiles españoles; los de la familia siria contra el alambre de púa en la frontera turca; el de la hondureña que lleva semanas empujando el cochecito de su bebé hacia el sueño americano.
Cada una de esas imágenes son interpretadas desde las más diversas perspectivas: desde la del otro como una amenaza (con apelativos del tipo criminales y terroristas usados por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como apoteosis xenófoba), hasta la empatía y la compasión por quienes arriesgan todo porque nada tienen que perder.
Los expertos alertan sobre el tratamiento que se les da a esas fotos de la realidad, casi siempre acompañadas por opiniones donde los intereses políticos y los deseos subjetivos pesan más que los hechos.
La migración
como fenómeno
Es un fenómeno complejo, multifacético y dinámico, que implica a personas muy diferentes, en situaciones y condiciones sociales también diversas.
Según el último informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), dependiente de Naciones Unidas, la mayoría de los movimientos migratorios se produce por vías legales, aunque buena parte de la preocupación pública que genera este fenómeno se vincula a la irregularidad. Calificaciones estigmatizantes como clandestino o ilegal representan la primera asociación que se suele hacer con la palabra ‘inmigrante’.
La OIM refuta al fantasma del caos migratorio con cifras: Las estimaciones mundiales actuales indican que en 2015 había aproximadamente 244 millones de migrantes internacionales en todo el mundo, lo que equivale a una ínfima minoría de la población mundial: el 3,3%.
Reconoce que el número de migrantes internacionales aumentó a lo largo del tiempo y a un ritmo mucho mayor del previsto: por ejemplo, una proyección de 2003 sostenía que para 2050 los migrantes internacionales representarían el 2,6% de la población mundial o alcanzarían los 230 millones (una cifra que ya se ha sobrepasado). Por el contrario, tras revisarse las proyecciones para 2050 en 2010, el total mundial se cifró en 405 millones de migrantes internacionales.
¿Pero se trata de una tendencia que va a más?
Los demógrafos no tienen certezas sobre ello y advierten que es difícil hacer pronósticos cuando se trata de un fenómeno atado a coyunturas económicas y geopolíticas.
A pesar de todo es un hecho que, durante 2018 en Latinoamérica, esas coyunturas hicieron que el tema de la migración internacional fuera omnipresente.
En casos como la crisis humanitaria de Honduras fue el disparador de la caravana de hombres, mujeres, niños y niñas que cruzaron su país, Guatemala y México a pie para arribar a los Estados Unidos. Todos ellos fueron el objetivo de los ataques xenófobos de Donald Trump, pero también de ciudadanos y funcionarios mexicanos.
Esa situación se replicó con haitianos, nicaragüenses y venezolanos, porque, aunque los Estados Unidos concentra a la mayoría de los emigrantes latinoamericanos, los flujos entre los países de la región se intensificaron y con ellos la intolerancia al otro.