Por María Fernanda
Oliveros Marchena
Periodista venezolana
Especial BSF
Son días complicados, todos estamos viviendo una situación inédita, para nadie es un secreto que siempre existen colectivos más débiles, que sufren más en los tiempos de crisis. Hablaré del que me toca de forma directa, aún cuando mi solidaridad y empatía jamás han tenido fronteras, como inmigrante venezolana me preocupan mis paisanos, así como muchos otros hermanos latinoamericanos.
Es momento de mirar bien nuestro entorno, pensar en los que acaban de llegar. Los que esperaban el inicio de temporada para su primer trabajo, aquellos que aún esperan para formalizar su solicitud de asilo o regularizarse ante extranjería, muchos están solos, pasando estos días de aislamiento en pequeñas habitaciones en un entorno desconocido, ellos nos necesitan, sabemos bien que para comida existen ayudas, Caritas, Cruz Roja, Ayuntamiento, pero muchos desconocen el sistema y ante la incertidumbre, una palabra en un tono familiar puede llenar mucho más que un plato rebosante de comida.
Estoy segura que si buscamos en nuestra agenda móvil, contactos de WhatsApp o redes sociales, encontraremos muchos casos de este tipo.
Los invito a escribirles, preguntarles cómo están, qué tal lo llevan sus familiares en Venezuela u otro país.
Llamarles, escucharnos, quizás sea sanarnos las heridas mutuamente de este drama social que enfrentamos, pero servirá bastante.
Ya sé que muchos, al igual que yo están al día, soy autónoma y tengo el negocio cerrado, no tengo idea si mi emprendimiento sobrevivirá, aún así, los que llevamos mucho tiempo, de alguna u otra manera formamos parte del sistema y podremos resolver en la medida de lo posible, tarde o temprano. Ellos, no.
Es tiempo de poner en práctica la empatía y solidaridad que convirtió a Venezuela y muchos otros países latinoamericanos en el hogar de tantos que venían de otras tierras, manifestarla entre nosotros, como hermanos.
Siempre pensando en nuestra tierra de acogida y con ella también tenemos una gran responsabilidad.
El voluntariado, ofrecernos a vecinos mayores, organizar un grupo y llevar comida a personal sanitario, policías, supermercados, estibadores, en fin, si nos contagiamos de algún virus, que sea el de la solidaridad que nos sobra a latinoamericanos y a los españoles.
