Cuando la pandemia comenzaba a hacer estragos lo único que se nos pasaba por la
mente apuntaba a la solución mediática que acabara con esta tragedia mundial. Las
proyecciones de las multinacionales farmacéuticas sobre la proximidad de la vacuna en el 2021 fueron atinadas, las previsiones finalmente se cumplieron.
Hoy por hoy estamos asistiendo en todos los países, en mayor o menor medida, a lo que esperamos sea la última fase de esta pesadilla que nos ha cambiado la vida a todos. El proceso de vacunación está siguiendo su curso de acuerdo al margen de capacidad de cada gobierno.
En el caso de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, la gestión avanza a buen
ritmo. Al cierre de esta edición nos llegaba el reporte de 237.848 personas con la dosis completa, casi un cuarto del total de la población y 460.228 con al menos una dosis. Y lo mejor, llevamos varias semanas en las Islas sin ningún fallecido por Covid-19.
Porcentualmente esto equivale al 46,6% de personas con al menos una dosis y el 24,1% con la pauta completa. Con todo y los problemas que hubo al comienzo por las dudas generadas por la AstraZeneca y la confusión con el reparto de las otras marcas por comunidades autónomas. Aun así considero que se está haciendo una gestión impecable con todo y los errores que se pudieron cometer en el inicio de la vacunación.
Desde esta misma columna nunca he dudado en criticar constructivamente lo que no
parece apropiado. Pero creo que los responsables de los medios también estamos llamados a resaltar cuando existe una planificación ordenada. Estamos hablando de un asunto delicado que no acepta más improvisaciones y equivocaciones.
En Baleares, quizá la sensación que usted tenga sea la misma que comparto en estas
líneas, concretamente, desde el momento de hacer la cita online para luego en la práctica ser dignamente atendido. El trato humano del personal sanitario no es que sea bueno, es lo siguiente, excelente. Este tipo de acciones hay que darlas a conocer, especialmente para las generaciones más jóvenes que aún no les ha llegado el turno de los pinchazos en el brazo.
No se trata de hacer la pelota, no faltará el que me llame palmero. No tengo compromiso con nadie, ni me siento comprometido con ningún color político, simplemente a las cosas hay que llamarlas por su nombre cuando se hacen bien y lo que escribo obedece a una recopilación de experiencias positivas de quienes ya se han dado una o dos vueltas por el German Escalas, Son Dureta u otros puntos de vacunación.
Los que no somos nacidos aquí y hemos llegado a España por diversas circunstancias le damos doble valor por estar en un lugar en donde disfrutamos del acceso a este sistema sanitario.
Infortunadamente en algunos países de Latinoamérica, y ni qué decir de África, vemos cómo los procesos fluyen lentamente. Ya hay graves denuncias de que no toda la población tendrá el legítimo derecho de acceder a las vacunas. Por esta misma razón, hemos de reconocer la capacidad de gestión que se está realizando desde la Conselleria de Salud de Baleares.
La decisión de vacunarse o no es personal, a nadie se le obliga a hacerlo. Admito que era uno de los que tenía temores y hoy por hoy sigo formulándome preguntas. Casi todos nos hacemos cuestionamientos, es cierto que no se puede tragar entero, pero también es innegable que la responsabilidad social me empujó a decidirme por aceptar esta nueva realidad que nos ha tocado enfrentar. O es arriesgarse y exponer a terceras personas a un contagio, o confiar en las vacunas. Me decanto por la segunda opción.
Estas últimas líneas van dedicadas a mi gran amigo, Alberto Montiel Barboto que regresó a la vida después de un brutal ataque del bicho. Aunque estuvo en la lona, nunca fue noqueado por su oponente y tuvo la valentía de levantarse para continuar luchando con la ilusión de seguir viviendo junto a su familia. ¡Mi admiración para él y sus seres queridos!
Editorial 390: La nueva realidad que afrontamos
