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viernes, noviembre 22, 2024
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    Editorial 409: El pecado de opinar diferente

    Esta columna la dividiré en dos temas nada similares, pero dignos de análisis. El primero de ellos el aumento de los decibelios de odio que generan algunos temas cotidianos, la radiografía perfecta se expone en las redes sociales.

    Personalmente, sostengo que ni por temas de religiones, o aficiones a determinados equipos deportivos, ni por asuntos políticos se me ocurriría poner en peligro una relación de amistad, ni mucho menos romper lazos familiares. Y esto lo digo a tenor de una cantidad de mensajes agresivos y groseros en las redes sociales, a propósito de las elecciones presidenciales de Colombia, mi país natal.

    Y expongo el ejemplo de Colombia como lo podría hacer con cualquier acontecimiento político o deportivo que se celebre en otro país. En definitiva, las redes sociales desnudan el pensamiento egoísta, intolerante e impositivo de algunas personas que creen equivocadamente que tratando mal a los demás van a lograr sobreponer sus tendencias ideológicas, es decir, a las malas o a las malas.

    Siempre he sido un fiel convencido de que una interacción no debe estar condicionada a pensar de idéntica manera. Usted puede tener su forma de pensar, incluso hasta llevar la razón en lo que argumenta, sin embargo, el otro es libre de analizar y decidir lo que estime conveniente, siempre y cuando su actuación no vulnere los derechos del otro.

    En esa línea, no hay discusión, el respeto y las buenas formas deben imperar sobre cualquier tipo de discrepancia. El debate con respeto cobra fuerza, la bajeza de las palabras y los insultos a granel desvirtúan cualquier mensaje.

    Opinar diferente parece que fuera un acto criminal más no propio de la normalidad del raciocinio humano. No es que seamos más intolerantes que antes, simplemente el avance de la tecnología de la mano de las redes sociales ha desnudado nuestra pobreza y falencias a la hora de aceptar y respetar las diferencias ideológicas.

    Cosas raras…

    Como muchos saben, este periódico tiene un equipo de fútbol inscrito desde hace once años en la Federación de Fútbol de las Islas Baleares. En nuestra primera temporada, data del 2010, ascendimos de tercera regional a segunda regional, imposible mejor debut. Posteriormente, seis años más tarde se volvió a consumar otro ascenso a primera regional. Dos años después nos tocó descender, en el 2020 recuperamos la categoría y finalmente en el 2021 volvimos a caer a segunda regional.

    Las dos veces del descenso no hubo poder humano que nos salvara, pese a haberse presentando inconsistencias en el reglamento. Nadie nos tiró un paracaídas, a pesar de nuestros argumentos siempre nos decían que reglamento era reglamento y no se podía tocar.

    No obstante, este año a tres fechas de terminar las ligas regionales amateurs hubo un cambio de reglamento. De la noche a la mañana, por competencia de un Consejo Delegado se decidió que en las categorías regionales no hubieran descensos, además al desaparecer abruptamente la tercera regional, por el efecto dominó casi todos los equipos subieron una categoría.

    A eso no se le llama ascenso como pretenden hacerlo ver, simplemente hubo un cambio de denominación de categoría. En la práctica significa que los play-off que estaban programados e inmediatamente se cancelaron, y al mismo tiempo se apagó la motivación e ilusión de los equipos que en segunda regional habían hecho los deberes y al final no hubo ningún tipo de incentivo para ninguno. En definitiva, se nos quedó la cara de tontos al enterarnos de que durante toda la temporada se jugó un torneo pachanga de solteros contra casados.

    Posiblemente me he salido de contexto de lo que suelo escribir cada quince días, simplemente expongo una de tantas cosas que no solamente se dan en el ámbito del deporte, sino en otros sectores de la sociedad en donde quienes tienen el poder hacen y deshacen a su antojo lo que les viene en gana. No miden con el mismo rasero a unos que a otros, aún esperamos el paracaídas, a otros a las primeras de cambio se lo dieron para salvarlos.

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