Que un partido de fútbol no se convierta en una pesadilla para quienes pretenden regularizar su situación migratoria en España.
Lo digo cuando observo episodios de furia desbordada de reyertas, peleas y agresiones. A pesar de las campañas de los gobiernos y las federaciones emplazando a la tolerancia y el respeto en los campos deportivos, especialmente apuntando al fútbol, no dan los resultados esperados.
Mi afición por el fútbol – alguna gente sabe que mi actividad de periodista la complemento como presidente de un equipo de fútbol amateur federado – me ha llevado a ver a través de estos doce años de dirigencia, espectáculos lamentables en diferentes polideportivos de Mallorca en los que los instintos de machos pueden llegar a jugar una mala pasada.
En el caso de los españoles y otros comunitarios, o de inmigrantes que tengan la nacionalidad española se llega a instancias judiciales que normalmente se resuelven en los tribunales.
Pero el problema añadido surge en la coyuntura de que estos deportistas no tengan su estatuto migratorio resuelto. Esto les podría generar graves perjuicios como la denegación de los papeles para regularizarse, la renovación de los documentos o el impedimento para la obtención de la nacionalidad española.
Bien sea por desconocimiento de la Ley de Extranjería, o por simple pasotismo, lo único cierto es que el simple hecho de tener antecedentes policiales es consecuencia inmediata para arruinarse la vida personal y laboral.
Los profesionales dedicados al derecho de extranjería pueden dar fe de que un hecho violento en el que concurren denuncias de por medio que traspasen el umbral de lo inminentemente deportivo pueden constituirse en una bomba de relojería.
El ejemplo del fútbol lo traigo a colación en estas líneas, por ser un ámbito en el que me muevo en mis tiempos libres, pero al mismo tiempo me sorprende cómo personas que llegan a este país con el afán de progresar, ponen en riesgo su futuro metiéndose en líos innecesarios.
Y es que son bastantes los casos, contados por los propios abogados, en los que la aparición de antecedentes penales truncan el éxito de cualquier solicitud de concesión de papeles.
Esta misma situación también se extrapola a otros ámbitos de la vida cotidiana, como por ejemplo, las típicas peleas de discotecas que en el caso de interponerse denuncias de por medio, también podría generar un grave perjuicio a quienes dependen de la oficina de extranjería para regularizarse o renovar la documentación.
Simplemente es un punto de reflexión para quienes realmente llegan de sus países de origen a cambiar el chip y a tener una vida de prosperidad. La violencia física incluidas las agresiones verbales no tienen cabida en ninguna parte, y siempre se debe estar consciente de que el hecho de no tener una situación administrativa legalizada en el país que acoge, pondrá a esa persona en un escenario de indefensión absoluta y desventaja.