Por Ivis Acosta Ferrer
Marta Yulvis Jiménez Godoy es una colombiana que no ha parado de reinventarse desde que llegó a España hace 31 años. Su naturaleza inquieta la ha llevado a abordar diferentes retos, comenzando por la música –fue profesora de violín en su país natal pasando por la estética, -tuvo su propio centro de belleza- y continuando con la Tanatopraxia y Tanatoestética, una profesión de la que se graduó en su país y que aquí ha convalidado mediante el Máster de Embalsamamiento, Tanatoestética y Tanatopraxia que ha realizado recientemente en Valencia.
Ella lo considera como “una oportunidad laboral en un sector diferente que –apunta no tiene crisis”.
BSF: ¿Qué le ha motivado a organizar esta charla?
Y.J.: Mi intención es darle una palabra de aliento a las personas que no saben qué hacer, que se preguntan qué pasaría si dejan un trabajo que no les gusta, que ni siquiera saben si van a tener jubilación. A veces me preguntan: “Yulvis ¿qué haces para estar siempre bien? Les respondo: “pues tú también puedes”. En esta charla quiero que las personas se conciencien acerca de qué futuro quieren para sus hijos. Los chavales de mi barriada me dicen: ¿qué hago? Les contesto: “si empezaras por dejar esos porros y el alcohol estarías más centrado”. Y me replican que con la ayuda que me dan de 480 euros, no llega para nada”. De ahí en adelante les asesoro y les digo cómo pueden hacerlo con poca inversión, acceder al máster para tener un buen trabajo y salir adelante.
BSF: ¿Cómo es el trabajo de un agente funerario?
Y.J.: Mi trabajo lo tomo como si fuera un viaje; la muerte no existe, todo lo que vivimos aquí es ilusorio, temporal. Hay personas que toda la vida están agobiadas, amargadas, haciéndole daño a los demás, ni viven ni dejan vivir. Cuando uno trabaja en esto, toma más conciencia. He visto muchas cosas que me han enseñado a no perder tiempo, a quererme más, a valorarme más. Por eso yo amo mi trabajo, porque me da vida; parece una ironía, pero es que ellos me dan vida. Le hablo, les pido, les doy gracias por sus cuerpos, algunos que incluso llegan en estado de descomposición o directamente a veces no hay cuerpo y hay que restaurarlo, pero luego es muy bonito porque los familiares te agradecen al ver cómo los dejamos.
BSF: ¿Cómo se asimila la toma de contacto suya con los amigos o familiares del difunto?
Y.J.: Forma parte de mi trabajo, en medio del dolor entro al funeral, la mejor recompensa es cuando los familiares o amigos dicen: “qué bien, me lo imaginaba peor”, o “parece dormido”, o “Ay, qué bonita quedó, así como ella quería”, o “¡Ay, mira, el vestido que yo les di, se lo pusieron”, o “los labios quedaron como ella los maquillaba”, “el cabello, igual como ella se peinaba” –.
BSF: ¿Cuáles son las características relevantes en la entrega de un cuerpo a los seres allegados?
Y.J.: A veces te piden aplicar un maquillaje suave, sobre todo en el caso de las chicas jóvenes. Asimismo este trabajo tiene sus detalles por ejemplo a veces se trata de mandar un cuerpo para el extranjero, es el caso de los alemanes o los que hacen balconing en la parte de Magalluf, y los preparamos para que aguanten el viaje, se hace un tipo de embalsamamiento muy preciso para que no salgan gases ni líquidos, es decir, una preparación para el funeral en la cual el maquillaje hace su parte final.
BSF: ¿Cómo es trabajar con culturas diferentes, especialmente en momentos de dolor?
Y.J.: He trabajado con musulmanes que tienen sus protocolos y sus rituales muy específicos, e incluso, en un cementerio propio “Alsalam” donde se entierra solo a los hombres mirando a La Meca, he trabajado con hindús que se pintan el cuerpo con henna, he estado con mujeres asesinadas por sus parejas, con suicidas, con niños que venían en patera, con bebés, eso me ha tocado porque soy madre, pero creo que, la vida son ciclos.
BSF: Háblenos un poco más acerca de este máster que acredita para trabajar como agente funerario.
Y.J.: Es un máster que realiza el Instituto Español Funerario, actualmente es en Valencia, pero si hay un grupo se podría dictar aquí y nos evitaríamos el desplazamiento, por eso estoy tocando puertas. El programa es muy serio e incluye 50 horas de práctica con cuerpos reales y diferentes situaciones que se pueden presentar. El tutor del curso es perito forense.
BSF: ¿Cómo fue esa experiencia?
Y.J.: En esos días que estuve en Valencia, éramos casi 20 en el quirófano. Estábamos súper apretados limpiando las vísceras, sentamos el cerebro a un chico que fue víctima de un homicidio. Le hablé, le dije… “Pepito, gracias por el cuerpo que estás dando, te vamos a dejar lo mejor posible, no te preocupes, viaja, disfruta de tu viaje. El cuerpo, cuando le hablo, lo acaricio, le hago un masaje, se relaja, estaba congelado, había quedado tan descompuesto, reventado, le pasaron el coche dos veces por encima de su carita- Empecé a hablarle, entonces como el profe o mi jefe ya sabía, ellos son muy intuitivos, estaba una psicóloga, una psiquiatra, el forense, hay mucha gente preparada haciendo el curso con nosotros, entonces ellos visualizan todo, te miran, está bien, hacía mis rituales, le hacía Reiki para todos los que estábamos ahí.
BSF: ¿Cómo es estar en ese trance entre la vida y la muerte a diario?
Y.J.: Sí con mi abuela lo viví, ella era mi abuela querida y yo la siento, yo sé que ella está conmigo. Era de Algaida, y ahora después de tanto tiempo -ya llovió desde 1880- vine a su tierra.
BSF: Cuéntenos más sobre esa travesía.
Y.J.: Hace ya 31 años que salí de Colombia y no ha sido fácil, nunca es fácil para los que “cruzamos el charco” como se suele decir, pero vale la pena porque uno ya no le tiene miedo a nada.
BSF: ¿Y por qué se escogió el Casal de Son Roca?
Y.J.: Quiero empezar por mi barrio, donde he vivido 17 años y la gente ya me conoce, he visto crecer a los nenes y ya los veo con el porro en la boca, Muchos de la barriada me han preguntado para cuándo vamos a hacer una formación, y ya ha llegado el momento.