Es una propuesta nada acertada la de Vox en el Ayuntamiento de Palma solicitar que efectivos de la Policía Local vayan a los domicilios de las personas que tienen inmigrantes indocumentados. Por antonomasia estaríamos hablando de ir a las viviendas de casi 30 mil personas que están en situación irregular.
Vox, como quien escribe defiende la inmigración legal, tendría que presionar en Madrid para que se regularicen centenares de extranjeros que esperan impacientes el arraigo social.
Vox debe ser consciente de la falta de mano de obra en Baleares, solo por situarnos en el espectro demográfico donde vivimos. O sino, que vayan a preguntarle a los restauradores, hosteleros y hoteleros que están desesperados por conseguir gente para trabajar.
No sería mejor generar riqueza para el país regularizando esas miles de personas que cotizarían a la Seguridad Social y tributarían al fisco. En días pasados he hablado con gente empresaria que coincide con mi punto de vista, que no es nada del otro mundo, simplemente es emplear el sentido común.
Dejémonos de falacias y de la doble moral cuando es un secreto a voces que muchas personas están trabajando en la economía sumergida, o mejor cobran en b. ¡Ojo!, y no solamente los inmigrantes irregulares, sino gente que vive de las ayudas o cobran el paro, que dicho sea, esto si debía controlarse.
Este país y las sociedades en generales no necesitan propuestas populistas que no llevan a buen puerto, ni mensajes paternalistas de partidos políticos hacía la inmigración, carentes de contenidos con pocas alternativas que ayuden a solucionar los problemas de la falta de personas para trabajar.
Los partidos políticos sean del color que sean- no es la primera vez que lo digo- deben preocuparse por el bienestar de la ciudadanía y no dedicarse a promover iniciativas condenadas al fracaso. ¿Van a meter a todos los inmigrantes irregulares en barcos o en aviones para deportarlos? Y ¿Cuánto supondría eso para el Estado?.
No estoy con esto pidiendo papeles para todos para que no se mal entienda. La regularización de por lo menos la tercera parte de esos 500 mil personas sería un respiro para los sectores agrícolas, hosteleros, restauradores y la construcción, entre otros.
En definitiva, como dice mi buen amigo Alberto Montiel, debemos hacer parte de la solución y no del problema. A propósito, lo he dicho en ediciones anteriores, conozco inmigrantes que se dedican a perseguir a inmigrantes sin papeles, pero luego veo en sus redes sociales una hipocresía que no tiene desperdicio abogando por los derechos de los que vienen de afuera.
No todo lo que brilla es oro, y es innegable que hay personas que olvidan su pasado y las penurias que han atravesado antes de conseguir la regularización. Alguna vez me decían que había que mirar con lupa a quienes promulgaban a gritos la defensa por los derechos humanos, mientras que en sus vidas personales eran unos “cazadores o cazadoras” de inmigrantes sin papeles.
Con razón el dicho, que no hay peor cuña que apriete que la del propio palo, prefiero a quienes se muestran desde un comienzo como son, a los que falsamente defienden una casusa que nunca han sentido desde lo más profundo de su ser.