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lunes, septiembre 2, 2024
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    Editorial 454: No olvidar nunca las condiciones en que la mayoría emigró

    Normalmente cuando emigramos nos dedicamos a observar con cierto temor la forma en que vamos a ser tratados por la sociedad de acogida. Fuese la tierra que fuese a la que llegaremos en nuestra condición de inmigrantes siempre estará de por medio la barrera de la cultura y las diferencias idiomáticas, religiosas y muchas otras que afianzarán el proceso de integración.

    En el caso de España la gente que llega de las naciones hispano-hablantes lo tenemos más fácil, pero aun así las costumbres, e incluso la propia dialéctica cambia, según el país del que provengamos.

    Como en todos los lugares del mundo, durante este proceso de adaptación y arraigo nos encontramos con todo tipo de gente. Algunos con la mentalidad cerrada que piensan que todos los inmigrantes o casi todos vienen a delinquir y otros más abiertos que saben que cada persona es un mundo distinto, y que los delitos no tienen una nacionalidad estipulada, desconociendo en su totalidad los graves problemas que existen al otro lado del charco.

    Sin embargo, es necesario quedarse con las personas que entienden todo tipo de coyunturas y escollos sociales que proliferan por el mundo, y comprenden que la vida no gira única y exclusivamente al entorno en el que viven.

    De esto casi siempre se habla, pero poco se comenta del clasismo, e incluso racismo de las propias que son originarios del mismo país, o vecinos de frontera. Y es que últimamente, a medida que aumentan los flujos migratorios, se leen en las redes sociales o se escuchan comentarios despectivos y despreciativos de inmigrantes hacía otros inmigrantes.

    Es cierto que con el aumento significativo de la llegada de pateras a las costas de Canarias y Baleares suenan las alarmas, también es innegable que un tufo de xenofobia predomina en el ambiente, y con esto no pretendo entrar en el espiral de las generalizaciones, y en ocasiones es el propio inmigrante el que se presta para alimentar esta tendencia. Evidente es que la sensación de seguridad no es la misma de antes, y no se trata de defender lo indefendible, pero también es de entender que el problema de las migraciones masivas desde el país de origen apunta a la injusticia social y todas las connotaciones que de ella se derivan.

    Por esta razón enfatizo en este último punto, porque en ese orden de ideas, se comprende que las personas que forman parte de la sociedad receptora no han vivido en carne propia las vicisitudes del sufrimiento que se padece en países- algunos de ellos dictatoriales- donde el recrudecimiento de la violencia es el denominador común, y por supuesto la falta de acceso a derechos básicos como la salud y la educación.

    No tenemos ningún derecho a señalar o a ejercer de jueces quienes también hemos sido testigos de lo que vivimos en nuestros países de origen. Pocos se van de sus países de origen para no regresar por gusto o placer. Siempre habrá motivos. Y casi siempre son los mismos por los que deciden estas generaciones emprender nuevos derroteros.

    Lógicamente en territorios tan limitados como Baleares no hay espacio para tanta gente, es comprensible, pero no obstante, si por alguna u otra razón a algunas personas que ya se arraigaron superaron todos los escollos que hoy por hoy viven estas generaciones de nuevos connacionales, no olviden que también tuvieron un pasado cruento, nada fácil de olvidar.

    Usted, quizá como yo, es partidario de no aceptar a las personas que vengan a delinquir, pero tampoco se puede caer en la trampa de la estigmatización de personas que lo estaban pasando fatal en sus lugares de origen y lo único que quieren es avanzar y sacar adelante a sus familias.

    Antes de acabar, nuevamente decir que el Estado tiene gran parte de responsabilidad en este sistema caótico de las citas previas de extranjería, que es como encontrar pozos de agua en el desierto. Con esto se está fomentando la irregularidad administrativa con todas las repercusiones negativas para forjar un estado de bienestar que ofrezca seguridad y garantías.

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