Conversamos con gente sin hogar, gracias a Proyecto Encuentro, especialmente a Gumersindo Cornejo, quien nos orientó y acompañó durante el recorrido que realizó Baleares Sin Fronteras
“Entrar en este mundo es fácil, pero salir es muy difícil”
Remigio, habitante de la calle Aragón de Palma, unos pocos metros después de pasar el puente de la Vía Cintura.
“No trabajo por enfermedad, cuido a mi perro”. Lleva 25 años en Mallorca, nació en Vigo, pero toda su familia está en Galicia. No quiere regresar por temor a perder su pensión, le faltan dos meses y nueve meses para completar el tiempo. Actualmente tiene 52 años y confiesa que ha sido difícil salir del mundo de las drogas y el alcohol.
Recuerda su juventud de ciclista, sus ídolos eran Miguel Indurain y Álvaro Pino, quería ser como ellos, pero su carrera se truncó por las malas decisiones. La noche, las malas compañías y el vicio lo llevaron a la situación de calle. Aconseja a las nuevas generaciones a no caer en las tentaciones que los pueden llevar al despeñadero, tal y como le ocurrió cuando por tráfico de drogas fue condenado a prisión por doce años.
Dos jóvenes de Argelia llegados en patera nos cuentan su arriesgada travesía para llegar a Mallorca.
Javier: “Soy el más antiguo del poblado
Es nativo, mallorquín, no es osado afirmar que es quien lleva las riendas del poblado de Establiments, barriada palmesana, donde están ubicadas estas chabolas.
El lugar donde vive permanece limpio y nos cuenta que se encarga que los demás saquen la basura y dejen ordenado todo. No le gusta el jaleo, es el primero en llamar la atención cuando ve cosas raras, es uno de los más antiguos del poblado.
Vive en el poblado porque cada vez le subían el alquiler y los recursos- comenta- no le alcanzaban para costearse una habitación. Decidió desde hace 10 años vivir en este descampado. Vive con 27 gatos, su mejor compañía, tiene tres hijos con los que se encuentra de vez en cuando y está pendiente de que lo llamen de la Cruz Roja para una que lo intervengan de una hernia.
Nos invita a seguir a su casa, está impoluta y tiene adaptado unos fogones donde se est{a cocinando para la cena un arroz brut.
Llegado desde Tetuán a comienzos de siglo, Abdel Crim habla seis idiomas pero vive en la calle
Un artesano llegado desde Tetuán a comienzos de siglo
Cualquiera quisiera hablar seis idiomas como lo hace él, fluidamente: francés, inglés, alemán, italiano, castellano y árabe.
Llegó hace 25 años a Mallorca, en su Tetuán natal, era artesano. Abdelcrim, nacido en 1953 siempre se relacionó con españoles por su trabajo. Viajó a Mallorca en 1987 y le gustó la Isla, unos años después repitió la experiencia pero esta vez para quedarse. Llegó por barco a Mallorca, no en patera, como lo aclara. “En aquella época bastaba con tener un periódico en mano, estar afeitado y bien arreglado para que te dejaran pasar, dice en tono jocoso.
Añade que se regularizó en 2003, y le fue más fácil la vida, aunque la coyuntura económica que no fue la mejor con el paso del tiempo lo llevaron a tomar la decisión de instalarse en estas chabola. Antes había pagado alquiler en habitaciones pero lo que ganaba no era lo suficiente para pagar. “En la última parte en donde estuve fumaban mucho y casi me matan, ahora me la paso ahogado y prefiero el aíre libre de este lugar. Su madre murió hace un año y medio y desde Proyecto Encuentro lo asistieron y ofrecieron asesoría legal para viajar a hacer los trámites del funeral y darle el último adiós.
A Belén, que vive cerca de las vías del tren de Soller, no le pueden faltar sus mejores amigos: el can la sigue a dónde ella se desplaza.
Una niñez muy difícil
Belén, 52 años, granadina que reside en Mallorca desde los 7 años por una “tragedia familiar”, como ella misma dice, sin embargo, se muestra cauta y prefiere omitir detalles. Simplemente, detalla que llegó con su hermanastro a la Isla, pero deja entrever en sus palabras que su relación con ella no fue la mejor.
Comenta que su niñez fue demasiado difícil por los avatares de la vida, aunque denota una apariencia tranquila, se nota esquiva en el momento de hablar de su juventud, solo le brillan los ojos cuando recuerda el gran apoyo que fue su hermanastro.
Siempre vivió en el caso antiguo, y en barriadas como Son Banya o Pere Garau, donde, según ella, la propietaria del piso que se le iba a vender la estafó. Por una mala jugada de la vida de un momento a otro se vi en la calle y se fue a vivir a una chabola, contigua a las vías del Tren de Soller.
Tiene un hijo en Barcelona, pero no quiere ser una carga para él, prefiere seguir llevando ese estilo de vida, sin lujos, sin pagar alquiler, sin agobios, aunque ello implique sacrificarlo todo, no obstante, le ve el lado positivo a las cosas y se siente contenta de que algunos policías locales o nacionales que están de guardia se acuerden de ella y de noche le lleven cigarrillos o cualquier detalle. Vive en una chabola en donde apenas entra ella, a pesar de que nos hace entrar y sentarnos en la cama para dialogar un rato.
Baleares Sin Fronteras estuvo a pie de calle conociendo las opiniones y necesidades de algunos de los habitantes sin hogar.
Vanessa, argentina profesora de matemática, cumplía con su primer día de voluntariado.