Para las guerras siempre habrá excusas perfectas. Los gobernantes siempre encontrarán un motivo para arengar a los pueblos en contra de los otros. En este caso, uno de
los hombres más odiados a esta hora por gran parte de la humanidad se excusaba en el genocidio de civiles pro rusos de Donetsk y Luhansk para también cometer otro genocidio mayúsculo contra la población inocente de Ucrania.
Ese es el matiz y color de las guerras, golpe con golpe se paga. En este caso, si es cierto lo que dice el presidente del Kremlin sobre el asesinato en masa de la población rebelde, pues no se le ocurre mejor solución que multiplicar indiscriminadamente la matanza de gente inocente con la que dice tener lazos históricos y culturales.
La lectura de las guerras es sencilla: lo que hacen contra mí es genocidio, y lo que hago en contra de los demás está plenamente justificado. El cinismo en todo su esplendor de un bellaco que está en el poder y su discurso es cada vez más amenazante.
Estos días me daba pena de los ucranianos residentes en Mallorca, que en sus testimonios a este periódico estaban esperanzados en la ayuda internacional del ejército de varios países, pero cierto es que no se necesita ser un experto político para afirmar que visto lo visto el ruido es mucho y las nueces son pocas.
En el fondo todo el mundo mira impávido y con impotencia la indefensión de los ucranianos ante el temible poderío ruso. ¿Quién se atreve a meterse con la diabólica mente de un Putin que tiene la sartén por el mango y un aliado chino con las espuelas afiladas para entrar en el juego macabro de la guerra en el caso de que alguien se atreviera a estornudarle a los rusos en la cara.
No soy experto en política internacional, los periodistas somos toderos y carga ladrillos. Nos toca abordar diversas temáticas, no todos tienen segundas carreras o especializaciones en determinadas profesiones, pero el sentido común y la perspicacia nunca deben faltar.
En el caso de esta guerra y lo que he vivido en primera persona con los ucranianos que he entrevistado, no es ningún descubrimiento del otro mundo señalar que Ucrania está más sola que la una. Ni el super poderoso Estados Unidos se atreve a meterse en este terreno pantanoso, en el que se podría hundir.
Razón llevan quienes dicen que el gobierno de Biden y algunos miembros de la OTAN condenan, amenazan y suministran armamento a los ucranianos, pero a la vez, visto hasta hoy ponen un freno de mano en el momento de involucrarse de lleno en este conflicto.
Poco que decir de los medios de comunicación rusos que tienen completamente manipulada la información. La censura y la amenaza por la libre expresión están a la orden del día. Es imposible hallar voces críticas en diarios y televisiones, pues son censuradas. Lo peor de esto es que los medios estatales acusan a Ucrania y Occidente de esta coyuntura mientras que al mismo tiempo aplauden la invasión.
Imploro que las familias de nuestros entrevistados para esta edición, Olesia, Oleksiy, Yuryi y Nataliya en Ucrania, al igual que millones de personas inocentes despierten pronto de esta pesadilla, aunque pareciese utópico lo que pido.
La soledad de Ucrania me recuerda a la de mi país natal en otro tipo de conflicto a través de décadas. Narcotráfico, guerras de grupos al margen de la ley, corrupción política, violaciones de derechos humanos… siempre a Colombia le han dado la palmada en la espalda, pero ningún país, salvo que tenga intereses económicos como los Estados Unidos ha marcado unas pautas, por ejemplo para erradicar el negocio del narcotráfico en el que muchos países ganan. Hipocresía en todo el sentido de la palabra. Al final es ley de vida en el que cada quien barre para su casa, máxime en estos tiempos de recuperación económica tras una pandemia que no sabemos si al final le dará tregua al mundo.
