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lunes, noviembre 25, 2024
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    Editorial 366: ¿Cómo gestionaría usted la pandemia?

    Por Juan Pablo Blanco

    Nadie que gobierne en este momento encontrará la receta mágica para salir de esta tragedia social humanitaria que se nos ha puesto en el trasegar de nuestras existencias.
    Si me dieran la pócima salvadora de vidas, seguramente por muy distante que estuviese de posicionamientos ideológicos, como cualquier ciudadano de bien, firmaría un cambio de gobierno para que la gente no se contagie ni se muera de coronavirus.

    El tándem Sánchez e Iglesias habrá cometido errores, y los seguirá cometiendo. ¿Seremos tan osados de afirmar que lo que sigue de ahora en adelante será perfecto? Posiblemente se avecina la ardua tarea de contención de un rebrote de contagio en las fases de desescaladas.

    ¿Alguna vez habíamos empleado esta terminología de fases y desescaladas?, seguramente, pero en una pandemia que se ha cobrado cientos de vidas nunca se nos hubiera ocurrido analizar el contexto de estas palabras con cada una de las normativas a las que la ciudadanía debe acoplarse para evitar males mayores.

    Existe un enemigo invisible letal y mientras no se descubra una vacuna o un tratamiento eficaz, no habrá poder político o equipo de gobierno zurdo o diestro que lo detenga por muy buenas intenciones que tenga o gestión que se haga.

    En una democracia normal se deben criticar los errores del gobierno como en cualquier otro sistema, pero lo anormal es caer en los fallos garrafales que tanto se han criticado como aquella concentración del 8M a la que se le ha señalado como la principal responsable de los contagios masivos.

    Lo que me cuesta entender, o el sentido común me dice, es que si criticas debes estar dispuesto a dar ejemplo y no ir por el mismo camino equivocado exponiendo a la población a riesgos de contagios innecesarios, y si ya tienen el espejo del pasado, ¿para qué caer en la trampa de repetirlo?.

    Pierdes cualquier autoridad moral para avasallar al gobierno cuando estás haciendo lo mismo. Peor aun cuando ya existe un precedente. Me refiero a las concentraciones de Madrid y el resto de España en contra de la gestión de Sánchez. Ya habrá momentos para las protestas, no hay nada más sano para la democracia en un país que una oposición férrea con argumentos, pero siempre desde una perspectiva responsable y coherente con lo que predica.

    Seguramente habrá que criticarle al gobierno muchísimas falencias, fallos garrafales y señales de improvisación, especialmente cuando da la sensación que los ministros van a su bola con declaraciones que nos desconciertan, luego se contradicen entre ellos teniendo que dar marcha atrás, de esto hay varios ejemplos.

    Pero no creo que todo haya sido tan nefasto como pinta la oposición, y como en las series de ficción quisiera regresar al pasado para saber cuántas vidas hubiera salvado la oposición, para ver cómo hubieran coordinado esta pandemia y de dónde se hubiesen sacado los materiales sanitarios que tanta falta hicieron para afrontar el primer brote de la misma. Creo que hay políticas sociales que se salvan y con las que abiertamente estoy de acuerdo.

    Pero siguiendo con lo negativo: por citar un ejemplo, ¿cuántas mascarillas hubiesen salido en perfectas condiciones en el momento de importarlas de China?, pues basta con leer las metidas de pata en la adquisición de estos suministros en países como Alemania, Bélgica, Italia y Reino Unido. También me he preguntado cómo se hubiese comportado este gobierno en el caso de haber estado en la oposición. En política como en las pandemias nada es previsible y nos podemos llevar cualquier tipo de sorpresa.

    No quiero imaginar un segundo o un tercer rebrote, una posibilidad muy factible sin patentes ni exclusividades de un solo país. Hemos dado un giro radical a nuestras vidas de un momento a otro. Los gobiernos ya han tenido cierto margen de reacción y deben estar preparados para afrontar otra emergencia.

    Hoy más que nunca, más que políticos pedimos gestores eficaces y menos gente destruyendo lo que de hecho ya está destruido. Salvar vidas y garantizar la reconstrucción del país entre todas las fuerzas políticas es lo más decente y honesto a lo que se debe apelar en esta complejísima etapa de la historia de la humanidad de la que son testigos nuestras generaciones.

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