No todo lo que se escucha o se ve en la calle es para publicarlo por muy noticioso que parezca. A pesar de que siempre me haya apasionado esta profesión, siempre he antepuesto el factor humano, especialmente cuando se trata de proteger la identidad de las personas vulnerables que puedan resultar gravemente perjudicadas por una información.
Me he abstenido de publicar informaciones de historias escabrosas que llegan al alma. Siempre me pregunto lo conveniente que resulta publicar una noticia con los pro y los contras que pueden causar.
La responsabilidad social es esencial en esta profesión y ya con 30 años de ejercicio, el ego, la vanidad o la figuración pasan al baúl de los olvidos. Firmar una noticia que pueda perjudicar a alguien para preservar su intimidad no es un trofeo de guerra, por el contrario, la conciencia nos puede despedazar por no cumplir a cabalidad aquello denominado “sigilo periodístico”.
Hemos regresado el tiempo. Nos encontramos en una época en la que la irregularidad administrativa en las Islas es una constante. Palabras menos, hay mucha gente que está a punto de arreglar su estatuto migratorio como existen otras personas a las que aún les falta tiempo para hacerlo.
El hecho apunta a que desde hace un año a la fecha me he encontrado en diferentes lugares con personas que me cuentan sus penurias del día a día, experiencias traumáticas a las que son sometidas por no tener los papeles en regla. Algunos pidiéndome toda la reserva del caso me han contado que los contratan hasta por dos euros la hora para hacer trabajos pesados del campo, realizan trabajos extenuantes en determinados lugares a los que las inspecciones de trabajo no alcanzan a llegar.
Existen también mujeres inmigrantes trabajando largas horas en casas de familias por sueldos precarios sin Seguridad Social y obviamente sin ningún tipo de prestación por no tener su situación migratoria en regla.
Situaciones de las que me he enterado por las propias víctimas que prefieren muchas veces callar hasta que cumplan los tres años para optar a la regularización. Realmente temen a hablar más de la cuenta para no meterse en ningún tipo de problema que ponga en riesgo su permanencia en España.
Y es que de esa desgraciada coyuntura es de la que se aprovechan algunos impresentables para sacar beneficio propio. Me he enterado por boca de los propios afectados de algunos inescrupulosos empresarios que “contratan” a jóvenes sin papeles para luego no pagarles. Y sí existe una deuda pendiente les recuerdan que están “sin papeles en este país”, no tienen ningún derecho y les dicen que cuentan con todo un arsenal de amistades influyentes para hacerlos expulsar del territorio nacional.
Literalmente los amedrentan, les meten miedo en el cuerpo para que no cobren lo que han trabajado. Las deudas para estos impresentables nunca las pagan y siguen tan tranquilos porque saben que el inmigrante irregular que ha trabajado para ellos está muerto del miedo y no se atrevería ir a una comisaría de Policía a interponer una denuncia. Ahondando más en el asunto tengo conocimiento de que algunos de estos jóvenes explotados no solo han sido engañados sino también son víctimas de agresiones físicas.
Es cruel, y hay historias horripilantes como la de unos jóvenes que hacían trabajos de cargar muebles. Dos de ellos fueron acusados de haberse robado una suma elevada de dinero de una maleta. El contratante del servicio duró chantajeándolos un tiempo para que le devolvieran un dinero que jamás ellos tocaron so pena de denunciarlos a la Policía por estar irregulares.
Afortunadamente quien obra bien en la vida a nada le debe temer. Los afectados acudieron a una abogada penalista que les asesoró correctamente. El supuesto perjudicado del robo interpuso una denuncia con argumentos débiles ante la policía.
Tras una buena asesoría de una abogada penalista, la supuesta víctima del robo en el juicio desistió de la denuncia pues a la vez también había sido denunciado por estos chicos. El daño estaba hecho, pero el honor nadie lo restituía. Esté en la situación administrativa que esté no tenga temor a la denuncia. No lo deportarán y si contribuirá para quitarle la máscara a estos aprovechados de la desgracia ajena.
(Recomendamos lectura del artículo página 9)