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viernes, noviembre 22, 2024
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    Editorial 327: Las malas experiencias deben servir de lección

    Pensábamos equivocadamente que no era necesario devolvernos a las viejas épocas de las aclaraciones sobre nuestra línea editorial de objetividad, imparcialidad, neutralidad o cómo le quieran llamar. Quienes han seguido nuestra hoja de ruta periodística desde hace quince años saben perfectamente cómo nos hemos manejado en los criterios de una información plural en la que todos, absolutamente todos los colectivos, siempre han tenido visibilidad en nuestras páginas, siempre y cuando la noticia o información a publicar sea de trascendencia y desde luego tenga repercusión mediática dentro de la perspectiva humana y social.

    Respetamos esta profesión, y por ende, los problemas o discrepancias personales respecto a una temática, jamás la hemos mezclado con nuestro quehacer de informar pluralmente e intentando que todo el tejido asociativo tenga cabida en las páginas de este periódico, siempre que no se vislumbre ninguna intención política.

    Solo me referiré a las asociaciones. Y sí, debo comentarlo abiertamente para no caer en las trampas de hace tres legislaturas en las que algunas- no todas- asociaciones de inmigrantes fueron mal utilizadas por sus propios líderes para hacer política con unas nefastas consecuencias que ni ellos mismos se hubiesen imaginado.

    Algunos portavoces de colectivos de inmigrantes fueron subidos a un pedestal por gente que hoy en día está fuera del escenario político, o peor aún, están tras las rejas pagando condenas por varios delitos, entre ellos compra de votos.

    Por si alguien no se ha enterado, hace una década existía un partido llamado Unión Mallorquina que puso el pie en el acelerador en el asociacionismo para la captación de votos, entre ellos puso la mira en los colectivos de la tercera edad, los vecinales, y claro, no se escaparon en aquel entonces algunos líderes de la inmigración que se deslumbraron por promesas que a posteriori les causó bastantes dolores de cabeza.

    Algunas personas inmigrantes resultaron imputadas tras las elecciones de hace tres legislaturas. La olla podrida se destapó e hizo que muchos de los voluntarios de las asociaciones se desencantaran de seguir trabajando por sus comunidades, no fue solo la crisis lo que debilitó al tejido asociativo.

    No sobra recordar que con el trascurrir del tiempo esos mismos líderes que se prestaron al juego político admitieron que fueron utilizados como chivos expiatorios en los escándalos destapados por la compra de votos, no es ninguna falacia, lo viví a modo propio, lo tuve que contar en estas mismas páginas, además basta tirar de la hemeroteca de los periódicos para corroborar lo que estoy afirmando.

    Con esto no me opongo a que los inmigrantes o nuevos ciudadanos hagan política y se decanten por las ideas que estimen convenientes, gracias a la facultad de participar en un proceso electoral que nos ofrece la divina democracia.

    Aunque sea difícil de creer, he conocido en estas legislaturas mujeres y hombres en la política desprovistos de intereses personales, me ha impresionado la capacidad de trabajo de algunos que sí llevan en las venas la intención de cambio en pro de una sociedad más justa y haciendo política transparente, alejados de los atisbos de corrupción e intereses particulares.

    Soy un fiel convencido de que los inmigrantes deben participar en los procesos electorales de la sociedad de acogida, siempre y cuando lo hagan a modo propio y no utilizando el nombre de alguna asociación de un país, a partir de ahí la cosa se comienza a torcer.

    El peor error de los llegados de afuera es no participar en la elección de sus gobernantes, e incluso, por qué no dar un paso adelante y postularse a un cargo político, están en todo su derecho siempre que reúnan los requisitos. Una clave para la integración real consiste en conocer las obligaciones para con la sociedad de acogida, y a la vez, estar enterado de las políticas de bienestar social en aras de erradicar la inequidad, la desigualdad y la vulneración de los derechos fundamentales. No obstante, esto hay que hacerlo a modo personal, no merece la pena tropezar de nuevo con la misma piedra.

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