Cuando se está enterado de un asunto que se vive tan cerca como es el caso de los acuerdos de paz que se firmaron en la Habana, Cuba, entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, con el fin de cesar 52 años de un conflicto bélico, resulta chocante leer titulares que lo llevan a reflexionar sobre si algunos comunicadores sociales, periodistas, informadores o como se les quiera denominar, no han perdido su tiempo en las facultades de periodismo o en los institutos superiores donde se hayan preparado para ejercer esta profesión.
La noticia que le dio la vuelta al mundo el pasado 2 de octubre giro en torno del plebiscito del “Sí” o el “No” a los acuerdos de paz en ese país. El mundo estaba expectante sobre el veredicto final de los más de doce millones de colombianos que salieron a apoyar lo realizado durante cuatro años en la capital cubana, o por el contrario, los que rechazaban las formas utilizadas y varios de los contenidos de esos puntos acordados.
Finalmente, por estrecho margen de votos- 60 mil- se impuso el “No”, palabras menos, más de seis millones de colombianos no avalaron los acuerdos introducidos para que los miembros de las FARC se reinsertaran en la vida pública.
Los más de doce millones de ciudadanos de ese país le apostaron a la paz, cada quien a su manera, pero siempre pensando en lo mejor para el presente y futuro de sus generaciones. Sin embargo, sigo sin entender como algunos medios de prensa se atrevían a lanzar titulares tales como “los colombianos le han dado la espalda a la paz”, o “los colombianos declaran la guerra a las FARC”, la verdad, siento vergüenza ajena por la profesión al leer una serie de despropósitos que solo atizan el odio y el resentimiento entre los propios colombianos, además, pone en entredicho ante la comunidad internacional el buen propósito que germina en el corazón de la mayoría de estos ciudadanos como es el de la consecución de la paz por los caminos idóneos.
Nadie le ha dado la espalda a la paz, ni mucho menos, solo decirle a esos periodistas que los colombianos que votaron al “No” lo hicieron pensando en lo mejor para el país, tienen todo el derecho de expresar su desconfianza y manifestar sus temores por cómo se estaban haciendo las cosas hasta el momento. Conozco mucha gente de izquierda que voto al “No” y también he hablado con personas de derechas que votaron al “SÍ”.
No todos lo que votaron negativamente están a favor de la doctrina de Álvaro Uribe Vélez, opositor al gobierno, ni todos los que sin vacilar le apostaron al “Sí” son acérrimos defensores de la corriente ideológica de Hugo Chávez, siempre he dicho que las generalizaciones y las estigmatizaciones son malas consejeras. En Colombia a diferencia de otros países aún se goza del divino derecho de expresar la opinión a través del voto, si las cosas se hubiesen hecho bien la maquinaría del plebiscito no habría sido necesaria ponerla en marcha, por lo tanto, cabe interpretar que ni los seis millones de colombianos que le votaron al “Sí” son amigos de la crueldad de las FARC en todo este tiempo, ni tampoco los que votaron al “No” se les puede tratar como a seis millones de “Popeyes”, el peor asesino en la historia de ese país. Simplemente un titular más sano, decente, ético y menos amarillista hubiese sido: “los colombianos buscan un consenso para redirigir los acuerdos del proceso de paz”.