A la inmigración no hay que victimizarla ni tampoco ofrecerle discursos paternalistas. Si bien es cierto que hay gente de afuera que lleva viviendo en las Islas hace bastantes años y se han forjado un futuro promisorio, también hay que tomar nota de que esa normalización se da por sentada si se alcanza un arraigo digno en el que las administraciones no le den la espalda a una coyuntura que está ahí.
Y es que por remitirnos a cifras, Baleares es la comunidad autónoma en la que casi la cuarta parte es de origen extranjero. A la vista está que aún sigue llegando bastante gente de diferentes latitudes geográficas. El fenómeno migratorio no para, tenemos una realidad latente, especialmente de países latinoamericanos, África y ahora Ucrania.
La población crece y la exigencia en la prestación de servicios públicos es mayor cada vez. Los discursos de convivencia deben ir acompañados por las políticas de una verdadera integración promovida por los altos cargos públicos. Cada cuatro años en vísperas a elecciones siempre utilizo esta tribuna para hacer ver lo importante de que en el Govern balear, ayuntamientos o los propios Consells creen unas áreas que le dediquen un fragmento a la inmigración.
Desafortunadamente en esta legislatura desde las administraciones la inmigración brilló por su ausencia. Para que no se malinterprete, no se trata de crear una oficina o un área que riegue de subvenciones a las asociaciones. Simplemente se hace necesaria la creación de unas dependencias cuyas funciones sean retomar el contacto con el tejido asociativo.
A pesar de que estas organizaciones de voluntarios estén de capa caída desde años atrás, aún hay gente con capacidad para ser portavoz de sus respectivas comunidades. Se habla del efecto llamada de las personas que se vienen de manera irregular a pasar calamidades, pero a eso le agregaría el efecto rebote de quienes intentan arreglar sus papeles, pero por cuestiones burocráticas de la administración, lentitud y falta de recursos humanos se quedan a las puertas de hacerlo.
En las entrevistas que hemos realizado de cara a las elecciones del 28 de mayo le hemos preguntado a todos los aspirantes a cargos de relevancia sobre su visión de la migración en Baleares. Todos coinciden en que se convive de una manera normal y esta es una tierra de acogida, no obstante, no sobra recordar que si falta mano de obra para trabajar o la gente que lleva dos o tres años y espera su anhelado permiso de trabajo y residencia, no se podrá regularizar, y por consiguiente estará repercutiendo negativamente en el resto de la sociedad amenazando el estado de bienestar del que tanto pregonan los políticos.
El estado de bienestar es no darle la espalda a un problema, especialmente de extranjería, que aunque una comunidad autónoma o un ayuntamiento no tenga las competencias directas, sí que es necesaria la intervención eficaz de personas que tengan sensibilidad social y apuesten por retomar las políticas adoptadas en anteriores legislaturas. No se trata de color político, estoy convencido que esto viene de voluntad política. Nunca se debió haber extinguido la dirección general de inmigración del Govern; incluso, el epígrafe de las áreas de inmigración de los ayuntamientos nunca se debe dejar en el último lugar de la fila, algo que infortunadamente sucedió en esta legislatura en el Ayuntamiento de Palma.
Más que los partidos, puede sonar a ingenuo de mi parte, las personas que lleguen a cargos de áreas sociales después del 28M- deben plantearse no dejar de lado los asuntos migratorios. ¡Es por el bien de todos, cuando falla algo en el susodicho estado de bienestar afecta directamente al resto de la sociedad!
