Por Ivis Acosta Ferrer
Emigrar, dejando atrás a nuestros seres queridos no siempre es fácil; sobre todo si son personas mayores que necesitan de nuestra ayuda en su día a día para sobrevivir. Es cuando acudimos a terceros, ese pariente piadoso que hace el favor de echar una mano, esa cuidadora de pago a la que mandamos religiosamente el dinero con la esperanza de que cuide bien de nuestros mayores.
Pero a veces no hay una persona de confianza en quien delegar tamaña responsabilidad, entonces se impone la necesidad de reagrupar a los familiares dependientes, un trámite engorroso y lento que supone un esfuerzo pecuniario y tras el cual cabría esperar el aliciente de poder disfrutar de la familia, sin embargo, hay ocasiones en las que no es posible una perspectiva favorable para que los reagrupantes, en muchos casos, ciudadanos españoles, puedan percibir ayuda alguna que palie su labor de cuidadores.
La realidad es que el apoyo escasea, demora y en ocasiones no llega, de modo que, como cabe esperar en estos casos, los recién llegados pasan a ser los últimos de la fila al no tener historial de cotización en el país.
Entonces comienza la odisea: ¿cómo cuidar al dependiente y poder gozar de una vida digna, como cualquier otro ciudadano español?
Es la pregunta que se hace Katy Alonso Companioni, cubana nacionalizada en España, que se trajo a su madre por reagrupación familiar hace tres años, y que desde entonces cuida de ella a tiempo completo.
“Solicité a mi mamá por reagrupación familiar y para ello tuve que demostrar durante un año que la mantenía desde aquí. Cuando fui a solicitar algún tipo de ayuda para ella en la Seguridad Social, asistencia sanitaria y tal vez que alguien viniese aquí, a ayudar con las cosas de la casa, porque estoy atada de pies y manos, me encuentro en edad laboral, me dijeron que no tenía derecho. Bajo ningún concepto quería ponerla en ningún centro a tiempo completo, solo quizás que me ayudasen para poder trabajar en la radio como hacía antes”.
“Tengo la nacionalidad española, mis hijos también, mi mamá no, porque ella llegó hace poco, antes estaba sola en Cuba con mi hermano. O me quedaba allá, o la traía a Mallorca con mi otra familia que son mis hijos”.
En su relato prosigue: “Tuve la oportunidad, me dieron todas las facilidades en la embajada para que ella viniera, y la traje pensando de que iba a tener la facilidad que la atendieran los médicos en la salud pública y de proporcionarle sus medicamentos para el Alzheimer por ser ella mayor y tener nosotros la condición de ser españoles y mi hijo ser médico de la Seguridad Social”.
Agrega que le denegaron todo tipo de ayudas en este sentido, “no digo que haya pedido nada más, me resigné, nosotros nos quedamos aquí tranquilos en casa, me puse a cuidarla y ya”.
El drama esta familia se extiende a un accidente doméstico de la señora: “No habíamos hecho más nada hasta ahora que se cayó y al verla el médico que la atendió me dijo que podía tener derecho a ayudas. Por eso ahora hemos sacado una cita y ya sabremos la semana que viene qué camino seguir”.
Katy comenta que llamó una vez, un mes atrás a la Cruz Roja. “Ellos tienen unas ayudas que son para cuidadores no profesionales. Me atendió la psicóloga y me dieron cita, pero no pude ir, porque no tuve con quien dejar a mi mamá”.
Añade que pasaron situaciones complejas en la casa con ella y no pudo dejarla, ahora, tiene que volver a llamar porque la psicóloga le dijo que iban a analizar la situación para ayudarla. “Llevo tres años, desde el 2020 hasta ahora a tiempo completo con ella 24 horas por 7 días la semana”.
Para Katy esto tiene un saldo que pasa factura, el síndrome del cuidador que causa desgaste físico y mental, en fin, una cantidad de cosas que ella está teniendo. Además, subraya que “esa es mi situación, no creo que muchos puedan aprender de esto, ¿o sí? Lo que tienen que aprender es que no deben hacer lo que hice de estar tranquila, callada y creyéndome que no tenía derechos”.
Ahora más que nunca está convencida de tener derecho a alguna ayuda, además señala que el precio por todo lo que está haciendo con su progenitora es alto. “No tengo porque llevarme a mi madre o irme para Cuba con ella, si vivo aquí”, dice tono desesperado.
Otros inmigrantes han corrido con más suerte. Este es el caso de María de los Ángeles, cuyo padre también sufre de Alzheimer y se encuentra actualmente ingresado en el hospital de la Cruz Roja, plaza que le fue otorgada por los servicios sociales luego de personarse y exponer su situación de madre trabajadora con dos padres dependientes.
Pero, se preguntarán algunos lectores. ¿Cuántos españoles hay también en esta situación?
Es el caso de María Luisa Alonso, cuya madre falleció recientemente sin haber obtenido respuesta por parte de los servicios sociales a su solicitud de aumentar el grado de discapacidad, con las correspondientes ayudas a la dependencia aprobadas por el PSOE durante el mandato de Zapatero.
En el aire está saber si estas ayudas van a mantenerse tras los pactos de gobierno.