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sábado, noviembre 23, 2024
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    Trobada Marroquina, una asociación que trabaja con los ex “menas” para ayudarlos en su reinserción social

    Por Ivis Acosta Ferrer

    En el panorama asociativo de Baleares, pocas ONGs pueden jactarse de llevar 20 años en activo y continuar realizando proyectos. Trobada Marroquina es el ejemplo vivo de lo que puede hacerse cuando se trabaja con tesón y humildad.

    Fundada en 2003, su objetivo inicial de fomentar la tolerancia, convivencia y respeto entre la ciudadanía se ha mantenido intacto, pero su labor ha ido adaptándose a las necesidades de la sociedad en materia de inmigración.

    En los últimos años han dedicado sus esfuerzos a la reinserción de los ex menores no acompañados, mejor conocidos como “Menas”. Por esta razón, hemos conversado con dos de sus integrantes, Abderrahim Ouadrassi y Karim Bakhat, que han estado vinculados a este proyecto desde sus inicios.

    Por el año 2006 comenzaron a llegar a las costas españolas un aluvión de pateras y en ellas niños y adolescentes que venían solos, o habían perdido fatalmente a sus padres en altamar.

    Estos menores en un inicio quedaban bajo la tutela de la administración y eran llevados a centros de internamiento o pisos de acogida, hasta alcanzar los 18 años, momento en que, a falta de protocolos de actuación al respecto, eran dejados a su suerte y quedaban en situación de desamparo al no tener permiso de trabajo ni posibilidad de conseguirlo.

    Trobada Marroquina detectó este problema y se dio a la tarea de acompañarlos ya fuera a hacer trámites burocráticos o a intentar reunificarlos con sus familias en caso de que no desearan quedarse. “Nosotros hablábamos con las comunidades musulmanas con el fin de darles dinero para viajar o les buscábamos una chapuza en un restaurante, en la agricultura o en la construcción, incluso un trabajo de fin de semana”, explica Dalal Janin, integrante de la asociación que ha estado pendiente de los chicos que llegaban a la mayoría edad y sin recursos para sostenerse.

    “Todo comenzó cuando nos dimos cuenta de que muchos jóvenes al salir de los centros de menores se reunían en áreas como Pere Garau y Son Gotleu. Al acercarnos a ellos descubrimos varias deficiencias críticas en el sistema”, anota Dalal.

    En su relato advierte que había una falta notable de recursos durante esa época, lo que limitaba el acceso a oportunidades. Además, explica que los centros de acogida carecían de mediadores interculturales, lo que dificultaba la comunicación y la comprensión entre ellos y los trabajadores del lugar.

    La preocupación -agrega- es que “estos profesionales no estaban lo suficientemente capacitados para abordar sus necesidades específicas. Pero lo que quizás fue más alarmante fue que la Ley de Extranjería de la época no abordaba de manera adecuada la situación de estos menores inmigrantes no acompañados”.

    Para la líder marroquí, esta falta de reconocimiento legal agravaba aún más su vulnerabilidad. “Tampoco se abordaban aspectos cruciales como el duelo y la salud mental de estos jóvenes, muchos de los cuales habían enfrentado viajes peligrosos cruzando el mar para llegar aquí. Y como si eso no fuera suficiente, una vez que alcanzaban la mayoría de edad se encontraban con que tenían todo en contra: sin un sistema de apoyo, sin habilidades adecuadas y sin el respaldo legal necesario para integrarse de manera efectiva en la sociedad.”

    Dalal continúa explicando que: “antes de la ley nueva de menores, los chicos no salían con permiso de trabajo, sino con el de residencia y cuando querían renovar el mismo les preguntaban: “¿tienes trabajo?” o “¿tienes recursos?” y la respuesta en muchas ocasiones era negativa. En aquel entonces, el requisito para renovar los papeles era tener un contrato de trabajo de ocho horas diarias durante un año o recursos económicos que superasen los mil euros al mes.

    Para aliviar esta situación de irregularidad, con el tiempo la administración ha dispuesto más recursos ha aumentado los pisos de emancipación, incrementado los educadores e impulsado los programas específicos de reinserción.

    Uno de los avances es que hoy por hoy se accede a más centros de acogida –de uno han pasado a ser cuatro o cinco- pero también han aumentado los casos hasta llegar algunas veces a ser sólo en Balares treinta nuevos menores no acompañados por mes, contando los que llegan desde otros puntos de la geografía española, según estadísticas del año pasado.

    Y desde la Trobada Marroquina describen el panorama del resto de menores que llegan en pateras de otros países África a través Argelia, cuyo destino preferencial es Baleares.

    Ahora, con la nueva ley de menores de 2021 salen del programa con un permiso de trabajo y también se les da una ayuda para la emancipación y en función de su buen comportamiento pueden permanecer en los pisos hasta que cumplan 23 años.

    La pedagogía para los integrantes de esta asociación es clave: “De un tiempo a esta parte nos hemos centrado en la formación, aunque siempre continuamos apoyando a los jóvenes, que por algún motivo son expulsados de los programas”, para agregar que los acompañan a buscar soluciones, ya que de lo contrario van a acabar yendo a casas ocupadas o comienzan a delinquir”, comenta Karim.

    En esa línea, comentan que un centenar de jóvenes que han salido de los centros se han beneficiado de los cursos y servicios ofrecidos por la Asociación Trobada Marroquina, con el apoyo de voluntarios y otras entidades inmigrantes de la zona.

    Por otra parte, algunos de los primeros menores no acompañados que estaban en Mallorca en 2001, ahora son empresarios y padres de familia y ayudan en tareas de la asociación. Abderrahim es profesor de formación y explica: “hacemos talleres de coaching en los que les ofrecemos orientación para que su futuro no sea sólo buscar trabajo, sino que puedan desarrollarse a nivel personal. Si quieren seguir estudiando o emprendiendo sus propios negocios”.

    Al ser consultados sobre los principales problemas que detectan en estos chicos, responden que la primera barrera es el idioma; en segundo lugar está el duelo migratorio debido a que la mayoría padecen de nostalgia y problemas psicológicos.

    Otra característica apunta al hecho de que les cuesta crear una red para trabajar y estudiar. Este tipo de inmigración padece de soledad: “no son jóvenes normales que suelen ir en grupo, a ellos les cuesta mucho más crear redes”, advierte Abderrahim.

    Desde la Trobada Marroquina hacen hincapié en que trabajan con todas las nacionalidades que lo precisen, no solo con marroquíes, sino chavales de Argelia, Guinea Ecuatorial, Nigeria, Mali, Siria y otras nacionalidades.

    El también empresario, concluye diciendo que “consideramos que por encima de la nacionalidad y las religiones está la persona, que es lo que nos une.

    Nos sentamos en la Plaza de las Columnas y ahí nos pueden localizar en el restaurante Gran Marrakech o en los cafés de la zona de Pere Garau, a veces nos llaman a nuestros teléfonos personales”.

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