Por: Carlos Novoa
Catedrático universitario
especializado en turismo
Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara como pandemia el contagio por Coronavirus, los tiempos más aciagos de la industria hotelera y turística mundial se hicieron presentes; una debacle económica se suscitó con la pérdida de 400 millones de empleos hasta finales del 2020 en todo el mundo, de los cuales, el 12% hacen parte de la industria turística, según informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
La industria sin chimeneas que ha representado la salvación económica en tiempos de crisis en países como España, México o Argentina, esta vez se convierte en la mayor preocupación de zonas del mundo donde la actividad turística es su principal fuente de ingresos y motor del desarrollo de estas naciones.
Las causas y consecuencias ya están sobre diagnosticadas y consideradas, pero quizá, no se han dimensionado en todo se espectro; teniendo en cuenta que el turismo no es solo impulsor del transporte aéreo, terrestre y marítimo, la hotelería, los operadores y agencias de viajes, sino que involucra todos los demás rubros económicos como la gastronomía, bares, tiendas de suvenires, de ropa, diversión y eventos, conexos a otras manifestaciones económicas formales e informales que vistas desde esta perspectiva, pueden representar más del 50% de los puestos de trabajo y unidades productivas destruidos durante esta pandemia.
Para reactivar el turismo, tomando como un plazo prudencial en cuanto a su resurgimiento de entre esas cenizas, se puede calcular el año 2023 como el del despegue para consolidarse en 2024 acercándose a las cifras pre-pandemia.
Paraísos turísticos del mundo como el Caribe, las Islas Baleares en España, la Polinesia Francesa o el Mediterráneo, deben enfocarse a partir de este 2021 en desarrollar corredores turísticos bioseguros, en distancias cortas, enfocados en su mercado local y regional para luego ir desplegando sus alas a otros continentes con campañas informativas y publicitarias por todos los medios posibles, donde las autoridades gubernamentales, sanitarias, organismos del sector público, la industria privada y toda la ciudadanía de estos destinos paradisiacos se comprometan hasta las entrañas en salvar su “gallina de los huevos de oro”.
Este ave Fénix debe volar en medio de la incertidumbre de la evolución de la pandemia y los giros que ésta pueda tomar; lo maravilloso de la industria turística es que la infraestructura la provee la naturaleza, en muchos lugares del mundo privilegiada, y aprovechando la lección de vida que a todos los seres humanos ha dado esta situación, represando y dando más valor a la libertad y los momentos sublimes de la vida que solo un buen viaje puede proporcionar.
Los diques del sector turístico y hotelero se deben abrir paulatinamente hasta lograr en los próximos tres años recuperar el 100% de los empleos y empresas perdidos, sin perder de vista que todo esto será en medio de una nueva realidad mundial y en un proceso de reinvención y evolución permanente.
Las estrategias promocionales de los destinos deben ser más ambiciosas, no limitarse a los mismos nichos de mercado tradicionales e inventarios de atractivos turísticos, donde la seguridad a todo nivel, la sostenibilidad, el cuidado medioambiental y el involucramiento de todos los actores y factores de reactivación consolidada deben ser el norte de la segunda actividad económica que más dinero mueve en el mundo después de la industria petrolera.