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miércoles, octubre 9, 2024
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    Venezuela y Guinea Ecuatorial: 2 crisis interminables

    Por
    Gustavo Hernández Salazar

    Venezuela y Guinea Ecuatorial tienen una lengua común: el español, idioma que heredaron de la colonización, pero allí no quedan las similitudes; aun cuando una está ubicada en América del Sur frente al mar Caribe y la otra en África central frente al golfo de Guinea; las 2 naciones se parecen más de lo que se podría suponer a primera vista: son países petroleros, ambas están gobernadas por una clase política corrupta, autoritaria e incompetente y, como consecuencia de esto, han estado sumidas en una crisis política y social por décadas. Veamos.

    En su último informe global, Perspectivas de la Economía Mundial, el Fondo Monetario Internacional precisa que Venezuela tiene una de las economías peor gerenciadas en el mundo (su PIB a precios corrientes este año será de apenas $42.530 millones); según ese informe, la economía venezolana es ya más pequeña que la de Bolivia o Costa Rica, una verdadera tragedia si consideramos que Venezuela tuvo hasta hace relativamente poco tiempo, una de las economías más pujantes de toda América Latina.
    A finales de 1994 (aun no llegaba Chávez a la presidencia de la república), la empresa petrolera venezolana (PDVSA), con una producción de alrededor de 3 millones de barriles diarios, era la segunda más importante del mundo después de la saudí Aramco; hoy PDVSA produce menos de 500 mil B/D y todo por una gerencia incompetente y corrupta al extremo.

    Después de la “victoria” del abstencionismo – el “chavismo-madurismo” ganó más del 90 por ciento de los escaños de la Asamblea Nacional con menos del 20 por ciento de los votos posibles como consecuencia del llamado a la abstención – en las elecciones de diciembre de 2020, el país entró en una especie de desaliento general; la oposición social, más del 80 por ciento de la nación, está desorientada, triste, sin confianza en sus líderes políticos, acorralada por una desbastadora crisis económica y ahora por la pandemia del Covid 19.
    Sin embargo, comienzan a aparecer algunas luces en el camino. Una parte de la oposición tradicional, hasta ahora abstencionista militante, empieza a cuestionar esa línea política y se dice que, en las sombras, algunos de ellos negocian con el gobierno de facto la conformación de un nuevo Consejo Nacional Electoral, como paso previo para participar en las venideras elecciones donde se elegirán gobernadores y alcaldes. Si, finalmente, los sectores que cuestionan a la abstención como política, por ahora encabezados por el diputado Américo De Grazia, se imponen, Maduro y su partido estarán en problemas.

    El principal reclamo que hace el pueblo opositor a sus líderes es, precisamente, que se unan. Si algo caracteriza a la oposición venezolana hoy es su fragmentación y tal vez este sea el principal fracaso de Juan Guaidó, el “presidente interino” y la figura más destacada de la oposición tradicional; su incapacidad para interactuar con la otra oposición, la que ha llamado a participar en los últimos procesos electorales, a la que pretende ignorar y a la que acusa de colaboracionista; lo cierto es que esa oposición obtuvo 3 millones de votos en la última elección presidencial y eso debería contar.
    Mercedes Malavé G., figura emergente en la política venezolana y coordinadora nacional de Unión y Progreso, un partido nuevo, pero dirigido, entre otros, por Eduardo Fernández, uno de los líderes más importantes de la era democrática; manifestó recientemente que Guaidó y los grupos que lo apoyan “siguen con el mismo comportamiento sectario… todo plan para recuperar el país debe pasar por la unión nacional”, dijo.
    Para Malavé, con una participación masiva de la ciudadanía en las venideras elecciones, la oposición “podrá convertir un proceso electoral convocado por la dictadura bajo sus esquemas hegemónicos y nada confiables, en un evento de protesta y de recuperación de espacios”.
    La misma opinión tiene Alternativa 1, otra organización emergente, que aboga por una nueva manera de ejercer la política. “Más transparente, que acabe con los caudillos, viejos y nuevos, que ponga por delante los intereses del país y no los de castas y grupos de presión”, según ha dicho recientemente uno de sus voceros.

    Pese a las enormes dificultades para participar en política, a la pobreza generalizada, al Covid 19 y a los gruesos errores del liderazgo de la oposición tradicional; hay un sector significativo de los venezolanos que no se rinde y que día a día proclama que luchar es el único camino, que no se puede depender exclusivamente de la comunidad internacional y que hay que potenciar en el combate diario las enormes reservas democráticas que persisten en la sociedad venezolana.

    Guinea Ecuatorial es el único país del África subsahariana que tiene como lengua oficial al español – hay solo 2 en toda África, el otro es la República Saharaui -, se independizó de España en 1968 y desde entonces ha estado sometido a 2 feroces dictaduras, la primera desde su independencia, encabezada por Francisco Macías Nguema, sanguinario autócrata, depuesto y ajusticiado en 1979, y la segunda, la del actual presidente, Teodoro Obiang Nguema, sobrino del primero.
    Obiang Nguema, considerado uno de los gobernantes más ricos del mundo por obra de la corrupción, claro está, lleva más de 40 años en el poder, gobernando su pequeña nación con mano de hierro y persiguiendo con saña cualquier disidencia.
    Los Obiang se asumen como propietarios de todo el país, de sus 28.050 kilómetros cuadrados y de sus 1.400.000,00 habitantes, la mayoría de los cuales, pese a la enorme riqueza petrolera de Guinea Ecuatorial, viven en una aterradora pobreza.
    En Guinea Ecuatorial no hay cultura democrática, esa nación saltó del franquismo español a la autocracia de los Macias y los Nguema que al fin y al cabo son los mismos, pero a pesar del autoritarismo y de los abusos constantes contra los derechos humanos, aún sobreviven sectores opositores organizados que, a lo mejor, uno de estos días nos den una agradable sorpresa para bien de un pueblo hispano que ha sido olvidado por sus hermanos.

    Todo indica que Nicolás Maduro y Teodoro Obiang pretenden permanecer en el poder hasta el final de sus días y aún más allá; en Guinea Ecuatorial el sucesor está designado, es Teodoro Nguema Obiang (Teodorin), ahora vicepresidente; un excéntrico playboy, hijo del dictador, y en Venezuela, aunque no está tan clara la sucesión, pocos dudan de que el sueño de Maduro es dejarle la presidencia de la república a Nicolás Maduro Guerra (Nicolasito), al parecer su único hijo, a quien ha venido promoviendo e hizo diputado a la Asamblea Nacional de la noche a la mañana.

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