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jueves, diciembre 26, 2024
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    Los niños no deben ser separados de sus familias por su estatus migratorio

    “Las historias de niños, algunos de ellos simplemente bebés, separados de sus padres mientras buscan seguridad en Estados Unidos son desgarradoras.

    Los niños, sin importar de dónde vienen ni cuál es su estatus migratorio, son niños en primer lugar. Aquellos que no tuvieron más opción que huir de sus hogares tienen derecho a estar protegidos, acceder a servicios esenciales y estar con sus familias, como todos los niños. Es la realización de estos derechos lo que brinda a cada niño la mejor oportunidad para un futuro saludable, feliz y productivo.

    La detención y la separación familiar son experiencias traumáticas que pueden situar a los niños más vulnerables frente a la explotación y el abuso. También pueden generarles estrés tóxico que, como han demostrado múltiples estudios, puede afectar su desarrollo a largo plazo.

    Esas prácticas no benefician a nadie, y menos a los niños que más sufren sus efectos. El bienestar de los niños es prioritario.

    Durante décadas, el gobierno de Estados Unidos y sus ciudadanos han apoyado nuestros esfuerzos para ayudar a los niños refugiados, solicitantes de asilo y migrantes afectados por las crisis en todo el mundo. Ya sea debido a una guerra en Siria o en Sudán del Sur, al hambre en Somalia o a un terremoto en Haití, Estados Unidos han estado allí para ayudar y acoger a los niños desarraigados.

    Espero que el interés superior de los niños refugiados y migrantes sea prioritario en la aplicación de los procedimientos y leyes de asilo de Estados Unidos”.

    Pobreza en España: el impacto sigue siendo mayor en las familias con niños

    Los indicadores de pobreza infantil de 2017 del Instituto Nacional de Estadística (INE) presentan una progresiva pero lenta mejoría. Las familias con hijos, sobre todo las monoparentales y numerosas, siguen siendo las más afectadas.

    En 2016, un 29,7% de los niños en España estaba en riesgo de pobreza. En 2017, según los indicadores de la Encuesta de Condiciones de Vida del  INE, este porcentaje ha descendido al 28,1%, un significativo 1,8% menos. Lo cual revela una tendencia positiva de la que hay que alegrarse.

    No obstante, es importante analizar en detalle las cifras para sacar algunas conclusiones. Si comparamos este porcentaje con el de otros colectivos de edad, los niños siguen siendo el sector más pobre de la población. La tasa de pobreza infantil supera por mucho la tasa de pobreza general en nuestro país, que es del 21,6%, y casi dobla la de los mayores de 65 años. 

    Por otro lado, dentro de la población infantil, los niños y niñas más pobres son los menores de 16 años. La reducción de la pobreza entre los 0-16 años ha sido bastante menor que la media general, situándose en un 0,8%. Quizás porque para los niños de 17 y 18 años el empleo es cada vez más accesible.

    Otro dato relevante es el porcentaje de pobreza en los hogares con niños, que asciende a un 25,3%, en contraste con el conjunto de los hogares sin niños que tiene un riesgo de pobreza del 18,1%.

    Este hecho es una constante en los últimos años, lo que es síntoma de la baja protección social que reciben los hogares con niños.

    Los datos muestran además un especial impacto de la pobreza en los hogares monoparentales (40,6%) y en las familias numerosas (47,7 %). 

    Pobreza infantil: problemas estructurales

    La mejora de la tendencias económicas y de empleo no están siendo todo los eficaces que debieran en la reducción de la pobreza de los niños. El empleo es un factor importante pero no único, y la pobreza, especialmente la infantil, necesita de medidas y políticas específicas para atajarlas (prestaciones o educación 0-3 años, entre otras), y se ha avanzado poco en los últimos años.

    El reciente nombramiento de un Alto Comisionado para la Pobreza Infantil ha supuesto un cambio de enfoque muy relevante en el abordaje de esta cuestión, haciendo de este tema por primera vez un asunto de estado.

    Este es un enfoque que UNICEF y otras muchas organizaciones venimos reclamando desde hace años, por las implicaciones que este fenómeno tiene, no sólo para los niños y niñas que lo sufren, sino para el desarrollo del país.

    Estos datos, por tanto, deben leerse con cierta alegría por la coyuntura actual, pero sin olvidar que hay problemas de fondo, estructurales, que permanecen y es necesario atajar.

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